Tres hermanos, a cada cual más patético se reúnen en el tren de Darjeeling para reencontrarse después de haber estado un año sin saber nada el uno del otro. El plan, detallado minuto a minuto, es un viaje místico y espiritual para reunirles… pero entre que Peter (Adrien Brody) es un maniático que se automedica, que Francis (Owen Wilson) controla a sus hermanos para que no se puedan ir, y Jack (Jason Schwartzman) no para de espiar los mensajes del contestador de su ex novia, el viaje se convierte en de todo menos espiritual.
Con el tren en marcha y sin otro sitio al que poder ir comienzan sus disputas que enfadan al encargado del tren y les tira en medio del desierto con sus maletas. Entonces emprenden otro viaje lejos de lo planeado por Francis.
Es una comedia absurda alrededor del drama emocional de tres hermanos olvidados por su madre. Cada uno de ellos ha intentado superarlo a su modo pero los tres se han convertido en unos raros que, por mucho que les pese, sólo se entienden entre ellos.
La magia que tiene está película, (y en general las de Wes Anderson) es la composición de los planos. Cada secuencia es un cuadro: planos muy estáticos donde lo que se mueve es el interior, los personajes; ellos van cambiando le profundidad, el centro de atención…a veces la cámara se navega entre las habitaciones, atravesando los tabiques como si se tratara de un cómic, o de aquellas viñetas de ’13, Rue del Percebe’, donde podemos ver cualquier habitación, como minimundos paralelos. Este recurso se utiliza mucho a lo largo de la película para hacer guiños a historia o personajes que parecían haberse quedado atrás. Incluso hace constantes referencias al cortometraje que precede la película “Hotel Chevalier”.
Es una película de gestos, silencios, sonidos, miradas… advierto de que es lenta, pero los minutos en los que parece no pasar nada sirven para acumular emociones que explotan en comedia cuando por fin reaccionan. Si te gusta la comedia absurda, es un regalo para el paladar.