Cine
  Algo Pasa en Hollywood
 
Por José Manuel Robado


Una película sobre el mundo del cine siempre es un bocado apetitoso. Para la mayoría del público, la producción y realización de una película es un proceso desconocido, así como la labor que realizan cada una de las personas de las largas listas de los títulos de crédito.

 

Algo pasa en Hollywood hace hincapié en el papel del productor, quién habitualmente es tratado como un personaje negativo. Su función es la de encontrar la financiación para realizar la película, conseguir que el equipo técnico la lleve a cabo sin gastar más dinero del presupuestado y obtener los mayores beneficios una vez finalizada. Es decir, probablemente la tarea menos artística y más desagradable de cuantas se hacen en el cine ya que nunca hablan de arte, pero sí de dinero.

 

El modelo que sigue el film es el de la excelente cinta de 1992 dirigida por Robert Altman, El juego de Hollywood. Como en aquella, el protagonismo recae en la figura de un productor, un ejecutivo de una gran compañía que se involucra durante meses, a veces años, en la realización de un film desde que un argumento llega a la mesa de su despacho hasta que se estrena en la gran pantalla. Si en la original era Tim Robbins el encargado de dar vida al ejecutivo protagonista, en esta es nada menos que Robert De Niro quien da vida al estresado y afamado productor que deberá lidiar con todos para sacar adelante la película.

 

En esta ocasión, el veterano realizador Barry Levinson (Rainman, Sleepers, La cortina de humo) cambia la intriga y el thriller por la comedia acerca de las figuras del mundo cinematográfico: el divo director, la consentida estrella, el intrigante guionista, el hipocondríaco representante de actores, la todopoderosa jefa de los estudios... Uno de los alicientes de la cinta es que en estos roles intervienen auténticas personas que ejercen dicha profesión como el actor Sean Penn que interpreta a una comprometida estrella y, sobre todo, Bruce Willis ejerciendo de caprichoso divo de la interpretación que trae de cabeza a todo el equipo por motivo de una inoportuna barba inadecuada para el personaje que ha de interpretar.

 

Aunque los momentos de comedia en el guión son variados y bien escritos, su resolución en imágenes no funciona con eficacia. La película narra el creciente estrés al que se ve sometido el protagonista tanto en su vida profesional por el más que probable batacazo de su última producción, como en su vida personal, donde quiere recuperar la relación con su segunda esposa a pesar de se ve abocado a incumplir una y otra vez sus promesas con ella.

 

De este modo, la cinta se deja ver con interés pero queda a medio camino en su deseo de divertir con sarcasmo y retratar la fauna hollywoodiense con fiereza y cinismo. Algún gag aislado, la diversión de ver a Bruce Willis y Sean Penn autoparodiándose y el regalo de ver a un De Niro absolutamente contenido son su mejor aliciente.

 

Lo mejor

 

-        El retrato de Hollywood por dentro

-        La barba y los cabreos de Bruce Willis

-        La contención e interpretación de Robert De Niro

 

Lo peor

 

-        La poca eficacia de los momentos cómicos, especialmente los protagonizados por John Turturro

 

 
   
 
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