Los jóvenes Phil Lord y Chris Miller se conocieron en la exitosa serie de televisión Como conocí a vuestra madre (cinco temporadas y aún continúa...), dónde ambos son productores ejecutivos. La experiencia de Miller poniendo voz a personajes de la saga Shrek, Madagascar yla reciente Monstruos contra alienígenas seguramente ha puesto en contacto a ambos con el mundo de la animación, planteándose la creación de un film que huyera de la tendencia al hiperrealismo donde parecen haberse encerrado las creaciones animadas tras la irrupción del 3D.
Las propuestas de James Cameron con Avatar y Robert Zemeckis con Cuento de Navidad parecen haber llevado a la extenuación la mímesis entre animación e imagen real. Ya no se puede dar más. Los espabilados Lord y Miller han hecho el camino al revés; no es necesario dejar boquiabierto al espectador para captar su atención. Partiendo del libro homónimo de los hermanos Judi y Ron Barrett, los (esta vez) directores se embarcan en una descacharrante historia llena de humor y afán de superación.
Lluvia de albóndigas narra la infancia y adolescencia de Flint Lockwood, un auténtico weird (empollón o bicho raro) obsesionado con la ciencia e imitar a sus ídolos, los genios Thomas A. Edison o Nikóla Tesla. Flint tiene facultades, pero sus inventos no parecen adecuarse a la realidad. Flint cuenta con el apoyo incondicional de su madre, pero con la desconfianza de su padre, que lamenta que no se haga cargo de la tienda de útiles de pesca que regenta.
La mayor virtud con la que cuenta esta cinta es algo a lo que los espectadores nos cuesta acostumbrarnos: el cine no tiene que ser verídico (de hecho, nunca lo es), pero sí tener verosimilitud interna. Es habitual confundir ambos términos y desechar buenas historias porque “eso es imposible que ocurra”. Todo lo que sucede en Lluvia de Albóndigas es imposibleque ocurra, pero desde el momento en que los autores sitúan la acción en una improbable isla enterrada debajo de la letra A de los rótulos de Océano Atlantico en los mapas, dónde su población lleva décadas sólo alimentándose de sardinas, la acción empieza a devenir por un tobogán de personajes reconocibles y hechos disparatados que es no es difícil vincular con nuestra realidad.
Sin haber echado mano de grandes estrellas para poner la voz de los personajes (quizá sea James Caan el más honorable de los contratados) la narración transcurre vertiginosamente de la mano del hiperactivo Flint que debe poner toda su inteligencia e ilusión en enncontrar el invento que le haga merecedor del cariño de la gente y de su padre, así como de solucionar los enormes desperfectos que él mismo causa. Por el camino, una buena galería de personajes, referencias a grandes éxitos (La guerra de las galaxias, Superman...) y, sobre todo, unos endiablados y actualísimos diálogos que retratan los distintos estereotipos que pueblan la historia. Sin duda, una alternativa sin prejuicios a los espectáculos hipertrofiados que están abarrotando los cines en este final de 2009.
-Los diálogos y el diseño de personajes
-La falta de prejuicios de sus creadores
-Una mayor ambición narrativa, sin ir por los tan trillados caminos en algunas ocasiones, hubieran dado un resultado notable.