Cine
  Donde Viven los Monstruos
 
Por Jose Manuel Robado


A pesar de su corta trayectoria y su relativa juventud (40 años) nadie duda que Spike Jonze es un cineasta singular, poseedor de una imaginería propia y con una sorprendente capacidad visual. Realizador de tan sólo tres films (si excluimos de esta categoría a su participación en la saga Jackass, tanto en televisión como en las incursiones cinematográficas que ha tenido) ten escasa trayectoria ha dejado una huella en sus espectadores; sus películas no son fáciles de olvidar.

 

Parte de esta insularidad como autor se la debe a su asociación con el no menos inquieto y brillante guionista Charlie Kaufman. Ambos son responsables de dos títulos de culto entre los jóvenes cinéfilos por su ruptura de los esquemas narrativos más sobados por el cine norteamericano. Estos son Como ser John Malkovich () y El ladrón de orquídeas ().

 

Si a simple vista parecía que el nuevo proyecto de Jonze era un cambio en su forma de hacer cine, nada más lejos de la realidad. A pesar de no contar en esta ocasión con Kaufman en la escritura y de que se trata de la adaptación de uno de los cuentos infantiles más populares de la cultura norteamericana, Donde viven los monstruos no es más que otro paso adelante en la singular carrera de Jonze.

 

El brevísimo cuento de Maurice Sendak, apenas llamó la atención en su aparición pública, pero unos años después se convertía en un clásico aclamado por críticos, educadores, sociólogos y el respaldo de un rosario de préstamos en las bibliotecas públicas de Estados Unidos. En él, un niño rebelde y travieso escapa de la incomprensión de su entorno hacia un mundo fantástico creado en su imaginación donde es coronado rey por unos monstruos bastante peculiares.

 

Jonze creyó ver en el cuento un vehículo para sus peculiaridades narrativas y escribió un guión para largometraje junto con el cada vez más prestigioso Dave Eggers (Un lugar donde quedarse). El beneplácito de Sendak, que intuyó una intención muy parecida a la suya en Jonze, terminó de cerrar el círculo para que la cinta se llevase a cabo.

 

Y es que del mismo modo que el cuento de Sendak a primera vista parece inofensivo, a poco que se reflexione sobre él se vislumbra un profundo conocimiento sobre la infancia que lo aleja de los habituales retratos de inocencia y bondad que conocemos. Jonze repara en la misma circunstancia construyendo no una película para niños, sino una película sobre la niñez en la que un crío se enfrenta a sus propios defectos y características encarnados en los monstruos que ha fabricado su imaginación.

 

El resultado es un film ambiguo, incómodo pero brillante en su apuesta. Max, el niño protagonista, alcanza un punto más de madurez en su vida y Jonze como realizador demuestra tener una sensibilidad muy especial para afrontar narraciones que a otros les quedarían grandes, grandísimas.

 

Lo mejor

 

-        La naturalidad de Max Records, el niño protagonista

-        La brillantez de la puesta en escena

-        El riesgo asumido por los productores en un proyecto tan a contracorriente

 

Lo peor

 

-        Que se confunda con una película para niños

-        Que pase desapercibida por su ambigüedad respecto a la infancia


 
 
   
 
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